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El día que me vaya de Colombia

 

Tiempo de lectura: 3 minutos

Lloré de emoción mientras cerraba la puerta de mi casa, justo cuando veía a mi hermano subirse al carro que lo llevaría directamente a tomar el vuelo con destino a Múnich – Alemania. Pasaron unos segundos y seguía perpleja sabiendo que nuestra distancia real sería de 9021 kilómetros. Sin embargo, sonreí al saber que se iba a cumplir su sueño. En ese momento, con el corazón en la mano y dos mil pesos en mi bolsillo dije “el día que me vaya de Colombia seré feliz”. 

Lo que engloba esa frase es de alguna manera impresionante. El hacer parte de los connacionales que salieron del país, que según estadísticas publicadas por la revista Dinero en el 2019 ascienden a 4,7 millones los colombianos que migraron en busca de otros destinos, de otro futuro. Sin embargo, yo seré diferente y marcaré una diferencia.

“Las casualidades no existen”. Bastaron unos cuantos días para iniciar la experiencia que marcó y sigue marcando mi vida. AIESEC se inyectaba rápidamente en mis venas, y lo curioso es que lo que en ese momento atrapó mi atención fue una sinergia de dos palabras demasiado excitantes: “Experiencias internacionales”. Era mi destino salir del país y lo estaba descubriendo.

Pasaban las semanas y a pesar de que no comprendía lo que se hacían e incluso lo que decían, algo en mí iba cambiando. Aquel día decembrino, en pleno evento realizado para los miembros de la organización, me di cuenta de que me había mentido por mucho tiempo. Mi deseo por “el cambio social” no estaba basado, ni fundamentado, en pocas palabras, no existía. Pero estaba a puertas de una organización que me daba las herramientas necesarias para causar un impacto real.

Agradezco haber podido participar de un equipo encargado de la experiencia de todas esas personas afortunadas que salían de sus países por 6 semanas a impactar la Ciudad Bonita (Bucaramanga), pero con cada extranjero que conocía la impactada era yo misma. Ver cómo llegaban con cierta personalidad o actitudes y que, la gran mayoría, se iba construyendo su mejor versión, era algo que de alguna manera me hacía querer, más y más, tomar la decisión de salir del país. Ya no era un capricho basado en la “oscura” realidad que veía en mi país en ese momento, ahora era una necesidad de creer en mí e inspirar a otros a creer en otro mundo posible.

Era indescriptible lo que sentía, pero no era todo. Aún seguía juzgando a Colombia, no veía un futuro en el país que me vio nacer. En algunas conversaciones personales, descubrí que no valoraba eso que llamaba hogar. Sumado a eso, me sentía confundida al ver los ojos de amor con los que los voluntarios que vinieron a Bucaramanga miraban mi ciudad. Si era mi ciudad tan maravillosa ¿por qué yo no me había dado cuenta? 

Donde yo veía unas calles con vendedores molestos, ellos veían artesanías que decorarían sus cuartos; cuando yo me molestaba por el calor insoportable al caminar, ellos se limitaban a tomar fotos y a preguntar por cada objeto o lugar que pareciese tener una historia; de los lugares que yo me quejaba por contaminación, ellos admiraban la majestuosidad de las montañas y riachuelos; la misma comida colombiana que no le veía lo increíble por ningún ángulo, para ellos era manjar de dioses. Era realmente incomprensible. 

Hoy puedo decir que es cierto lo de que “aceptar es el primer paso para cambiar", porque eso fue lo que tomé en cuenta para junto a esas personas, con caras radiantes llenas de asombro que llevaban unas cuantas semanas en mi país, reconocer lo que me estaba perdiendo por limitarme a criticar y no buscar otra perspectiva o solución para lo que me molestaba.

Ahora digo “amo a mi país”, estoy construyendo mi mejor versión, quiero y siento que con mis conocimientos puedo empoderar a otras personas, que el mundo tiene otra perspectiva y, por ende, puedo orientar mis acciones y posibles soluciones a mejorarlo, y finalmente, que el día que salga de Colombia contagiaré felicidad. Ya no será la misma niña con deseos de cambiar su calidad de vida, ahora será la joven, voluntaria, visionaria y orgullosamente colombiana, que puede marcar una diferencia con AIESEC.

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AIESEC en Colombia 2 Comments
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12 de octubre: Viviendo la diversidad de un continente

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2 Respuestas a “El día que me vaya de Colombia”
Yazmin
octubre 23, 2020

HERMOSO 😍

Reply
Daniela Cruz
octubre 23, 2020

Que hermoso artículo❤️

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